Hace unas semanas, con ayuda de una aplicación, puse mi rostro en el cuerpo de algunas cantantes que llevan todo tipo de pelo excepto el mio; melenas lacias, onduladas, con coletas y hasta el cabello rosa. Lo compartí a mis seguidoras y les escribí: "ahí está, para todas las que me querían ver lisa". Me respondieron de todo, que si mi afro es bello, que si es "malo" y yo solo les puedo decir que, para mi, lo natural es lo perfecto.
"Esto es para todas las que me quieren ver lacia": Brenda Kellerman sobre su pelo crespo
En exclusiva, la actriz comparte lo que fue una "complicada" relación con su cabello afro y el empoderamiento detrás de aceptarse al natural
Pero, aunque hoy repito esto con mucho orgullo, cuando miro hacia atrás y repaso la ensortijada historia que he creado con mi melena crespa, debo admitir que aquel gusto por ver mi rizos naturales no siempre fue así. Hace una década o más no hubiera dejado ni que mi novio me viera sin mis trenzas o extensiones.
Esa relación complicada con mi cabello comenzó desde muy niña, especialmente por ver a mi madre sufrir con el hecho de no hallar la manera eficaz y sana para manejar mi cabello. Ella, a quien yo le digo que tiene el “pelo arrepentido”, ni muy chino ni muy lacio, no tenía gran idea de cómo enseñarme a manejar los finos y angostos rizos que mañana con mañana eran cada vez más difíciles de desenredar.
La herencia afrocaribeña la tengo en mis venas a través de mi papá, que, a diferencia mía, tiene un afro con mucha más textura y un rizo fino; un verdadero micrófono. Ahí pasó todo, yo heredé esta mezcla de dos tipos de pelo y terminé con una melena que en la juventud no me tenía conforme; primero por ver mi madre batallar con él, y en segundo porque piensas que tener el tipo de pelo que tienes no está bien, que es un “cabello malo”. Creces con la idea de que el cabello hermoso es el que es largo y lacio, ¿y si además es rubio? Pues mucho mejor… ¿no?
Pasé de peinarme sola, con una sola coleta siempre para ir a la escuela, a llegar a una edad más adulta, en la que me interesaba verme atractiva para los chicos, así que por muchos años mi estilo consistía en trenzas, para posteriormente iniciarme en el mundo de las extensiones, que, aunque también eran rizadas, tenían una textura mucho más suelta y larga, este último look sería la imagen con la que luego conocería al que hoy es mi esposo.
Llegar a México, en el 2008, no fue sencillo. Extrañaba tener cerca a mis tías y primas que eran parte de mi ritual de cuidado del cabello, pues son técnicas compartidas de familia en estilismo. Sentí la mayor de las dichas cuando una de esas primas me dijo que se mudaba a la misma ciudad y que entonces podría cambiar mis extensiones. Yo contaba los días para que eso pasara.
Como única petición para acelerar el proceso, ella me pidió que me quitara yo misma aquellas extensiones, en lo que ella llegaba a mi casa y concretaba aquel intercambio de pelo falso que yo tanto "necesitaba". Para mi mala (o muy buena) suerte, ella no pudo llegar ese día a la casa y yo ya no podía cancelar una cita con mi entonces recién enamorado, Ferdinando. No me quedó más remedio que recibirlo con aquel look, aquella melena afro que tanto escondí no solo de él, sino de todo el que me conociera.
Yo había jurado que no me vería así, por lo que me sentía fatal. Pero entonces Ferdi me vio, y la dicha fue otra; a él le encantaba. Confundido me preguntaba: “Pero, ¿qué te pasa?, ¿por qué llevas extensiones si tienes un pelo tan lindo? Te ves guapísima, te ves diferente, eres otra… por favor, nunca más te vuelvas a poner extensiones”, y bueno ahí otro panorama se abrió para mí.

Es que no se trataba de una aprobación externa, era sobre sentir que quien te ama, te acepta en toda tu naturalidad, y que lo menos que puedes hacer al respecto es quererte tú también. Cuando todo esto pasa, algo poderoso sucede; replanteas todo lo que creías que era para ti, se transforma tu percepción sobre la belleza y comienzas a “des-aprender” eso que pensabas absoluto.
A pesar de los más de 150 millones de afrodescendientes que son parte de Latinoamérica y el Caribe, aún existe un tabú entre México y países del sur con respecto al cabello crespo. Ha pasado más de una década desde que abandoné cualquier look que no fuera mi cabello al natural y hasta la fecha, todavía recibo comentarios muy hirientes por parte de cibernautas; lo más triste es cuando viene de las propias mujeres.
Me dicen que parezco “teporocha”, que me veo “sucia” o que me arregle, piensan que por tener el cabello afro huelo feo, y pienso, "¿es en serio?". Otras solo me piden, "ya cámbiate ese pelo, ya pasó de moda" y me pongo a pensar, " ¿será que creen que es un look que yo me hago? ¿Que no es mi melena al natural?".
Incluso hay mujeres de República Dominicana, negras, que me escriben y me dicen: "por favor, quítate ese pelo tan malo, te ves fea", y yo respondo que no puedo entender que una mujer negra, a veces más negra que yo, me diga que mi pelo es feo si tiene el mismo cabello.

En el fondo llego a entender a quienes detrás del odio esconden su miedo a ser ellas mismas al natural. Lo comprendo porque yo, en algún momento, también me escondía, pero lo que no tolero son las faltas de respeto. Yo les respondo: "mira mi amor, hay una ventaja, la ventaja es que para todo hay gustos, y si a ti no te gusta es muy respetable tu opinión, pero nada más no seas grosera".
Y aquí en este tema de los gustos, creo que es lo mejor que uno puede rescatar de tener que lidiar con los haters; qué pereza imaginar que en el mundo todos vamos a ser iguales, que no va a existir la diversidad. Eso sí, de 100 personas que me dan algún comentario sobre mi look, el 99 por ciento siempre son personas lindísimas, quienes adoran mi cabello, y que incluso me escriben para decirme que se inspiran en mi seguridad para aceptarse cada día más con sus chinos.
Yo con esto me quedo tranquila, me río de lo diferente que me veía intentando ser lacia, me perdono de haber renegado de mi cabello y les comparto desde mi cuenta @brendayferdinandotips algunas cosas que he aprendido sobre la importancia de la hidratación en un cabello afro, que hay que cuidar su resistencia, que hay formas de hacerlo crecer con mayor velocidad y más fuerte.
A mi bebé, Tadeo, todavía no le cuido el cabello con tratamientos, pues aún es pequeño y quiero observar cómo se comporta su pelo en los futuros meses o años, sin embargo, sé claramente la educación que le pienso dar al respecto, para que siempre tenga en cuenta que la naturalidad de su pelito es una huella de su cultura e historia familiar, una que no muchos pueden presumir con la misma majestuosidad y volumen que Dios nos regaló en cada rizo.
¨*Este testimonio fue recogido y redactado por Ana Carolina Ruelas.
