Irma Serrano: así fue su vida rodeada de joyas y otros lujos excéntricos
A mediados de la década de los 60, la chiapaneca Irma Serrano debutó en el mundo del espectáculo como cantante de música ranchera. Su particular belleza no pasó desapercibida, por lo que a la par también tuvo una nutrida carrera en el cine mexicano.
Ya que Irma provenía de una familia rica, sus relaciones amistosas siempre fueron particulares y por eso no sorprende que hasta haya sido modelo de Diego Rivera, quien la retrató dos veces. Así pues, tampoco sorprendió que años más tarde con esfuerzos propios comprara el teatro Virginia Fábregas, mismo que remodeló y le cambió el nombre a Teatro Fru Fru, donde comenzó su carrera como actriz y productora de teatro.
Con la vida resuelta en términos económicos y de fama, la misma Irma Serrano no dudó en afirmar en su libro ‘A calzón amarrado’ y en distintas entrevistas que fue amante de Gustavo Díaz Ordaz mientras este era presidente de México, de 1964 a 1970. A partir de esa relación fue que la actriz, también conocida como ‘La Tigresa’, exaltó su gusto por lo exótico y extravagante, lujos que podía tener sin problemas en la casa de Jardínes del Pedregal que le regaló Díaz Ordaz.
Pese a que al final de sus días ‘La Tigresa’ vivió de manera austera en su casa de Chiapas, Irma llegó a tener esa misma casa llena de extravagancias como alfombras, estatuas, pinturas y hasta chimeneas de estilo barroco y otros ostentosos, propios del siglo XIX.
Según la revista Quien, Irma Serrano poseía piezas propias de un coleccionista de antigüedades bien educado, pues muchas de sus pertenencias no sólo eran caras, sino que tenían gran valor histórico. Como ejemplo de ello están el piano corto que guardaba en su casa de Reforma, en la CDMX, y que perteneció a Maximiliano de Habsburgo, rey durante el Segundo Imperio Mexicano, así como que en Chiapas dormía en la cama dorada con motivos en forma de cisne que se presume perteneció a la emperatriz Carlota de México, y que según ella le regaló el expresidente.
Finalmente, en su franca declaración de extravagancia, doña Irma afirmó en varias ocasiones que ella llegó a comprarse todo lo que quiso, pero también recibió grandes obsequios como coches, joyas de diseños exclusivos y relojes, de los últimos, dos de los más polémicos fueron: el de oro que le regaló a Patricio Zambrano, y que después este presumió en los medios, y el Rolex que le dio a Poncho de Nigris a principio de los años 2000.