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Medio ambiente

Julia Carabias, la bióloga que fusionó la ciencia con la militancia para defender nuestras selvas

En la cuarta entrega de ‘Otros Mundos Posibles’ contamos cómo esta mujer trabaja incansablemente para evitar la devastación ambiental
Publicado 16 Dic 2020 – 12:20 PM ESTActualizado 8 Ene 2021 – 01:52 PM EST
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Cuando Julia Carabias estudiaba la secundaria, desafió una de las reglas más estrictas de aquel entonces: la que dictaba que las mujeres tenían prohibido usar pantalón. Eso era considerado como algo "denigrante", así que decidió ir al colegio usando esa prenda 'masculina', rebelándose contra la norma. No la dejaron entrar, pero al día siguiente, toda la escuela llevaba pantalones puestos.

Eso resume el espíritu revolucionario de Julia, quien formó parte de la primera generación de hijos de refugiados españoles —ella misma se considera una “hija de la Guerra Civil”—, por lo que en ella sembró el ímpetu de perseguir la justicia social y la equidad desde muy corta edad. Así, su juventud transcurrió entre marchas, algunos mítines y charlas con su tío, un general con una formación política y social muy sólida.

Originalmente, tenía planeado estudiar Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), pero decidió explorar las aulas para descubrir si esa, realmente, era su vocación.

Me acerqué a un grupo de estudiantes reunidos en la estatua de Prometeo, les pregunté dónde estaba la Facultad de Medicina y me tiraron un rollo: ‘Güerita, quédate en Biología, aquí está la visión más futurista y moderna’. Me chorearon y me convencieron, así que entré a una clase, después me tocó la Asamblea General y me topé con profesores, investigadores, matemáticos y científicos de la talla de Manuel Peimbert. Entonces me quedé.


La biología capturó por completo a Julia y esta se fusionó con su espíritu de rebelión y activismo: “A la par de mis estudios, iba tratando de entender al país y a la política en el buen sentido de la palabra, como todas esas reglas necesarias para la convivencia social”, recuerda. La voz que sale del teléfono es madura y sus palabras son contundentes y precisas; va hilando todo como si narrara la película de su vida.

Si bien, hoy en día el término desarrollo sustentable y algunos perfiles de activistas como Greta Thunberg, Jane Goodall y Berta Cáceres son cada vez más populares, con una atención mediática sin precedentes, la realidad es que en aquellos años (en 1970 y 1980) eran temas que apenas empezaban a ver la luz.

La ambientalista apenas regresó de la selva chiapaneca, donde trabaja activamente en Natura y Ecosistemas Mexicanos, A.C., una organización no gubernamental que ejecuta el Programa de Conservación y Manejo de Recursos Naturales en la Selva Lacandona.

“Ahí tenemos un proyecto muy importante en cuanto al manejo de los recursos naturales. Mejoramos las condiciones de vida de las comunidades indígenas, reforestamos y, finalmente, consolidamos las áreas naturales protegidas en dicha zona, particularmente en la Reserva de la Biosfera Montes Azules”, dice.

La vida de Julia se divide entre la ciudad y la selva, entre el bullicio de los carros y el sol inclemente en uno de los sitios con mayor diversidad de todo el planeta y que, históricamente, ha sido blanco de disputas por su riqueza de recursos naturales. Y si ella sigue aferrada a protegerla de intereses neoliberales, políticos y económicos, es por una sencilla razón; cree en la naturaleza como otros creen en alguna religión.

Sin embargo, la lucha de Julia por visibilizar el tema ambiental y proteger las áreas de los depredadores comerciales y turísticos empezó tiempo atrás. “En los años 80 formamos el Movimiento de Acción Popular, que después se convirtió en el PSUM (Partido Socialista Unificado de México) y fue un parteaguas, pues hicimos una propuesta que quedó plasmada en el libro ‘Hacia una ecología política'. Con esto se empezó a tomar el tema ambiental de manera muy seria”, cuenta.

Esa fue la primera vez que el término “ecología política” y los temas ambientales se colaron en la agenda política del país. Entonces salió a flote una cuestión importante y urgente: lograr que el desarrollo económico no fuera sinónimo de devastación.

Ese era el planteamiento central y el diagnóstico era claro: evitar que el sistema económico agotara los recursos y redujera los espacios de los ecosistemas,consecuencia de una actividad ganadera, pesquera y agrícola intensas. Nuestro objetivo fue cambiar ese sistema y, además, empezar a mejorar las condiciones de vida de las personas.


Poco a poco, Julia y su equipo de trabajo lograron que el concepto de desarrollo sustentable abriera el cascarón. “Fue un momento de transformación. Esa dualidad que yo tenía; del activismo y la ciencia teórica, trabajando en las selvas tropicales, la logré juntar con ese concepto”.

En las elecciones de 1982, la izquierda ganó el primer municipio en Guerrero, en Alcozauca, y Othón Salazar, activista, normalista y uno de los líderes morales de esa zona, la invitó a participar con él en el PSUM. “Nos dijo: ‘a ver, apliquen su conocimiento, ustedes que tanto hablan de transformaciones”.

Eso fue un shock para Julia, pues implicaba aplicar todos sus aprendizajes científicos, sociales y teóricos respecto a la protección de espacios naturales y de recursos. Además, en el municipio más aislado y pobre del país.

"Una cosa era tirar rollos y otra cosa era meterse al campo y decirle a la gente: ‘vamos a cambiar su forma de vida. Finalmente tomamos ese reto y ahí estuvimos 10 años trabajando con ellos, batallando para comunicarnos en sus lenguas originarias. Ahí dirigí el primer Programa de Aprovechamiento Integral de Recursos Naturales. Nos enfocamos en impulsar el desarrollo económico pero sin descuidar la protección de los ecosistemas naturales, sin deforestación y a la vez, fuimos mejorando las condiciones de vida de la población indígena de esa zona a través de la creación de empleos. Además, se me quitó la soberbia de decir: ‘los académicos lo sabemos todo".

En 1994, Julia llegó a la presidencia del Instituto Nacional de Ecología y tiempo después fue nombrada secretaria de Pesca por el presidente Ernesto Zedillo. Ante la necesidad de una institución integradora de todos los recursos naturales, se creó la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca (Semarnap) — la ‘pesca’ se eliminó durante el mandato de Vicente Fox— de la que Julía fue líder durante todo el sexenio.

Entonces empezamos a mirar fijamente a la inclusión y reconocer que la política ambiental en el país ha sido una deconstrucción, lo cual ayudaría a entender que las políticas ambientales pueden tener un impacto positivo en un país desigual e injusto. Detener el deterioro y la pobreza usando bien los recursos. Eso fue lo que aprendimos en la montaña de Guerrero y todo esto es un proceso colectivo. La ciencia es el principio, pero la política pública ejecuta todo lo necesario para cambiar las cosas.


Aunque Julia hizo posible que la protección del medio ambiente cobrara la importancia que merecía y logró frenar la devastación en varias áreas naturales del país, reconoce que todavía falta mucho por hacer, pues el gobierno actual está frenando varios de los avances en el rubro. Además, son muy pocas las personas trabajando activamente en las zonas a proteger y hay muy poco dinero, pues las fuentes de financiamiento se han recortado, lo que provocó una situación tensa, compleja y riesgosa para algunos proyectos”.

A pesar de todo, ella sigue convencida de que tras el bienestar y el desarrollo humano está la naturaleza. “No me puedo concebir haciendo otra cosa, simplemente no me lo planteo. Creo en ello. Esa es mi tarea y por eso no me pesa, porque eso es lo que quiero hacer”.


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