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Soy Fernanda Yoselyn, soy médico y tengo miedo de dormir en mi propia casa

Por miedo al coronavirus, hace más de un mes me sacaron de un Oxxo rociándome Lysol en la cara
Publicado 22 Abr 2020 – 07:05 PM EDTActualizado 22 Abr 2020 – 08:24 PM EDT
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Cuando subí la publicación a mi Facebook fue porque ya no soporté el miedo a que atentaran contra mí. Era el tercer día que me amenazaban y no me había dado cuenta. Soy María Fernanda Yoselyn Arroyo Franzoni, soy médico, trabajo con pacientes con cáncer y hoy me siento más segura de que todos sepan mi nombre porque tengo miedo.

Los vecinos de mi edificio quieren que me vaya y me han amenazado. Hace una semana, cuando regresé del trabajo, en la puerta de mi casa había un post-it morado que decía: “doctora, sea consciente y busque otro lugar”. Pensé que era porque una noche antes le di asesoría online a unos amigos médicos que están trabajando con pacientes con cáncer y COVID-19 y no saben cómo hacer muchos procedimientos de quimioterapia. El mensaje se me hizo una estupidez y no lo tomé en serio.

Pero hubo un segundo mensaje. Al día siguiente me llegó una hoja arrancada de un cuaderno, todavía con el espiral, donde decía: “doctora, buenos días, no es molestia pero consideramos que es muy imprudente que siga llegando a dormir a su casa”. Tampoco le hice caso; lo tiré y adiós.

Pero al tercer día hubo algo diferente, cuando llegué al estacionamiento, me encontré con costales de 10 kilos de pegazulejo en mi lugar para que no me estacionara. No pensé que tuviera relación con los mensajes e incluso lo justifiqué pensando que como no estoy todo el día, se les había hecho fácil dejarlos ahí, y sólo me bajé a quitarlos.

La sorpresa llegó cuando subí a mi departamento. Había otro papel pegado en mi puerta, pero en este ya se habían tomado la molestia de hacerlo a computadora y ponerlo en una mica. Lo quité inmediatamente y me metí. Cuando entré a mi casa me cayó el 20 de que me estaban hostigando. Ahí todo me hizo sentido.

Cuando lo leí, me dio mucho miedo pero también mucho coraje. ¡Quieren que me vaya a un albergue o que me vaya a vivir al coche! En ese momento no sólo me pareció absurdo sino insensible. Eran más de las once y media de la noche, y estaba tan cansada que sólo tuve fuerzas para llorar.


Todos en el edificio saben que soy médico y muchos alguna vez me han pedido un favor y lo he hecho sin cobrarles un peso. Que una consulta, que los inyecte, que los cure, y todo lo he hecho siempre de buena voluntad. La verdad sí pensé que qué poca madre. Mis perros me consolaron.

Pero ese llanto se convirtió en terror cuando recordé que ese mismo día en la mañana había hablado con una amiga enfermera y me contó que después de días de amenazas y comentarios feos, le aventaron sosa con agua a unos metros de entrar a su casa, cuando regresaba de trabajar. Ella acabó en el hospital con quemaduras de segundo grado en la cabeza y en la cara, quizá pierda una ceja y parte del pelo para toda su vida.

Y eso no pasó a más porque el protocolo médico por COVID-19 es traer la mayor parte del cuerpo cubierto. Pero saben qué es lo peor, que ella no trabaja directamente con pacientes con coronavirus, ella es parte del personal del 911 y atiende emergencias telefónicas.

Yo no quise y no quiero que me pase lo mismo. No quiero que les hagan algo a mis perros. Tengo miedo y con ese pensamiento he lidiado desde entonces.

Al siguiente día de la última amenaza, le hablé a la administradora y ella me ayudó a interponer denuncias. Lamentablemente en la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (CONAMED) sólo me contestaron el teléfono para decirme que esas no son amenazas, que es discriminación y la denuncia no procede al cien, que tengo que esperar a que me ataquen para poder hacer algo. Tampoco en el Ministerio Público me han podido resolver nada. He ido diario desde el 16 de abril sin obtener ayuda.

Los únicos que me hicieron caso son los del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED), con ellos levanté la denuncia por teléfono y me dieron un folio. Así que por lo pronto cuento con eso y con el apoyo de mi mamá, quien insiste en que me vaya a quedar a su casa antes de que me pase algo.

He tenido que cambiar mi rutina por miedo, ya ni siquiera abro las ventanas. Incluso he tenido que gastar dinero en cosas que jamás pensé. Tuve que poner cámaras en la entrada de mi departamento, poner cubrepuertas para que no maten a mis perros y cambiar las chapas de las puertas, además de comprar más comida para que algunos amigos me vengan a cuidar por las noches.

Estoy siendo presa en mi propia casa y los vigilantes del edificio hacen el favor de ser mis carceleros. Ellos me escoltan cuando llego de trabajar, y cuando voy a irme, tengo que llamarles para que suban por mí y me lleven hasta mi coche, el que por cierto me rayaron.

Tengo miedo de todos porque no sé quién o quienes me están haciendo esto. Sé de un vecino que no me quiere porque tengo perros y de otro que me odia porque me hostigó sexualmente, lo denuncié y se lo hice saber a su esposa. Pero las sospechas son aire. Sé que me daría paz saber quién fue porque así sabría de quién cuidarme.

Pero a quien sea, quiero que sepa que no voy a dejar lo que hago, no puedo porque trabajo con pacientes con cáncer y las quimioterapias tienen una temporalidad, y si las freno retrocedo. Y no estoy dispuesta a eso.

Desde que entré a la escuela de medicina he tratado con parásitos, virus y bacterias. Mientras en su trabajo otras personas lidian con papeles o herramientas, yo coso muertos. Pero me entrené para eso, estudié muy duro para nunca llevar un bicho a mi casa, ¿cuándo han oído que la familia de un médico se muera por eso? ¡Nunca!


Sé que muchos tienen miedo de nosotros los médicos, pero sepan que nosotros tenemos más miedo de ustedes. Incluso es más fácil que nos contagien ustedes a nosotros. Y tampoco pido que aplaudan, porque sé que sólo hago mi trabajo. Sé que yo decidí sacrificar ocho años de mi vida estudiando para hacer esto.

Pero sepan que en el hospital los médicos nos estamos cuidando, que usamos seis o siete capas de ropa hasta asfixiarnos, que nos lavamos las manos hasta que duele y se pelan de tanto jabón y gel antibacterial. Sepan que muchos de los médicos que sí tratan pacientes con coronavirus están sacrificando ver a su familia, durmiendo en sus coches o endeudándose para vivir fuera de sus casas.

Bajarnos del metro, insultarnos en la calle y atacarnos como si fuéramos sus enemigos es sólo muestra de que vivimos en un país terrible, donde la mitad de la gente no cree que el coronavirus existe y que se trata de una estrategia política contra el gobierno. Pero esto es real, como mi miedo a volver a casa.

Con la pandemia del coronavirus han surgido los ataques contra el personal médico por miedo al contagio de covid-19. Las amenazas y agresiones con cloro y sosa, golpes e insultos han sido algunas de las situaciones que los trabajadores de la salud han denunciado a las autoridades. Según datos del CONAPRED, hasta el 17 de abril se recibieron 97 quejas relacionadas al coronavirus, 18% de ellas fueron de trabajadores de unidades médicas. Hasta el 20 de abril, el IMSS registraba 21 agresiones a su personal.


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Nota: Este texto es resultado del testimonio de María Fernanda Yoselyn Arroyo Franzoni y la redacción de Karina Espinoza.

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