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¿Verdad o mentira?: La importancia de creerle a las víctimas de abuso

La revictimización ha sido históricamente uno de los motivos principales por los que las personas prefieren callar
Publicado 8 Abr 2021 – 07:32 PM EDTActualizado 8 Abr 2021 – 07:54 PM EDT
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¿Creer a las víctimas? Crédito: Pexels

Desde finales de 2017, es común ver todos los días en las noticias y redes sociales denuncias de abuso sexual. La ola la trajo el #MeToo, un movimiento que surgió con la unión de Alyssa Milano con otras actrices de Hollywood para denunciar que fueron víctimas del entonces poderosísimo productor Harvey Weinstein.

A partir de entonces, las denuncias no han dejado de ir y venir en todos los ámbitos, y las mujeres ven cada vez más cerca al peor monstruo (también el mejor creado por) del machismo: la violencia sexual.

Saber de tantas mujeres que han padecido violencias a lo largo de la vida ha sido un proceso social revolucionario sin excepción. Y una de las problemáticas más comunes sobre el tema es que históricamente se ha percibido a las mujeres como entes, seres, personas y ciudadanas de segunda categoría; básicamente “como una posesión”, dicen algunas teóricas desde el feminismo marxista y el descolonizador.

Las reacciones a esta construcción de las mujeres como algo que se posee han dejado su marca más profunda en una cuestión en particular: cuestionar el abuso a la víctima. No creerle a quienes denuncian (en su mayoría mujeres) es una constante que viene casi siempre acompañada del escarnio público hacia la víctima a quien si no se le cuestiona sobre la veracidad de su denuncia, se le culpa por haber sufrido el abuso.

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Hace algunos meses, The New York Times, mismo periódico que dio a conocer el caso de Harvey Weinstein, publicó un Análisis de las razones (erróneas) por las que no se les cree a las víctimas de acoso y abuso, en este análisis, Shaila Dewan describe que uno de los primeros obstáculos que viven las víctimas es que hay incertidumbre en su experiencia, que generalmente se describe como un “recuerdo brumoso”, una reacción que los expertos ven como “normal” después de un ataque sexual.

Después viene la manera en la que la sociedad ha construido la imagen del abusador, como un hombre feo y malo en un callejón oscuro que espera a su desconocida víctima en el momento más vulnerable para atacar. Por lo que denunciar a un abusador cercano, que es quien generalmente comete el abuso, es problemático desde muchos lugares, empezando por “destruir” las relaciones familiares y amistosas y llegando al punto de la famosa revictimización, en la que se acusa a las víctimas de provocar a sus victimarios o de no haber reaccionado “adecuadamente” ante el ataque.

En México muchas veces se ha presenciado en medios y redes sociales este patrón de señalar a la víctima y repartir culpas. “ ¿Por qué siguió hablando y siendo amable con su abusador?”, han preguntado en programas de variedades, sin considerar que los abusos ocurren en medio de distintos tipos de violencias.

Según las estadísticas de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) más reciente (2016), “las experiencias de violencia que han enfrentado las mujeres de más de 15 años de edad se dividen por: física, sexual, psicológica y económica o patrimonial, en cinco ámbitos clave de la vida: de pareja, familiar, escolar, laboral y comunitario”, por lo que es arriesgado afirmar que una víctima puede aislarse y combatir su agresión desde la mejor posición de poder en todas estas esferas.

¡Quiere llamar la atención!”, “ ¡quiere fama y sacar dinero!”, son algunas de las afirmaciones que se hacen en automático sobre las denunciantes de abuso. ¿Por qué cuesta tanto creerle a las víctimas de violencia sexual?

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“La sociedad lo que hace es responder bajo la cultura de la sospecha. Dudamos de la víctima hasta que no se someta al escrutinio absoluto. Eso pasa cuando una mujer alza la voz: por un lado, para avergonzarla, y por el otro, para aleccionar a otra que no denuncie”, asegura la socióloga Carolina Sánchez a la revista Perfil.

Como se ha visto en las últimas semanas en medios en México con casos como el de Nath Campos, Vale Crespo y Frida Sofía, la vergüenza, la negación, el miedo al qué dirán, la intimidación, la culpa y la baja autoestima juegan un papel importante dentro de las razones por las cuales no hay denuncias inmediatas de violencia sexual. Y si a eso se le suman el escarnio, la revictimización, la corrupción, la impunidad y el silencio cómplice (pacto patriarcal), el resultado es que la víctima tiene que demostrar que no es ella la culpable.

Como se ha documentado por psicólogas, abogados, sociólogas y trabajadoras sociales, las reacciones a las violencias sexuales son distintas en cada víctima. Lamentablemente, parece existir sólo una manera de creer que “debió actuar”.

En resumen, muchas agresiones sexuales se silencian por el miedo de no ser creídas, esto a pesar de que no se tiene un dato exacto de que haya denuncias falsas pero sí el dato de que sólo se resuelven cinco de cada 100 denuncias, lo que implica un 95% de impunidad, según datos oficiales provenientes de cinco censos nacionales de procuración e impartición de justicia del INEGI.

¿Se debe creer a la víctima siempre?
El sentido común y las estadísticas dicen que sí. La ecuación es fácil de resolver: ¿quién en un país, machista y con 95% de impunidad, como México querría ser víctima no sólo de un abuso sexual, sino de los señalamientos sociales, de las presiones familiares y del entorno y, sobre todo, del estigma del abuso?

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