“La naquiza tiene una historia: la opresión y la desconfianza”
¡Ay, qué prieta, no!: la frase de Bárbara de Regil que muestra lo común del racismo en México
"México es un país profundamente racista, pero está tan disfrazado que es difícil señalar dónde está el problema"

Carlos Monsiváis.
“¡Aaay, qué prieta, nooo. Qué feo!”, es el comentario que Bárbara de Regil hizo este fin de semana ante los filtros de Instagram con toda naturalidad, y con el que volvió a encender la discusión del racismo en México que lleva días activa.
Pero no es la primera vez que de Regil hace un comentario de este tipo, ya antes, en la misma dinámica de ponerse filtros para sus stories de instagram, había hecho uno similar: “Me encantan los filtros, es algo muy divertido... Ay, este me veo bien prieta”, dijo con cara de susto mientras se preparaba para dar una de sus famosas clases de ejercicio.
Lamentablemente, Bárbara de Regil no es la primera ni la única famosa que ha hecho comentarios racistas y clasistas. Justo en las últimas semanas, a partir del caso de George Floyd, el afroamericano detenido, sometido y asesinado por un policía blanco, el tema del racismo volvió a saltar a la discusión pública en México, destapando que es algo no superado, cotidiano y más complejo de lo que se cree.
Muestras hay muchas, pero los casos más frescos son los de Juanpa Zurita, el youtuber que tuvo la osadía de decir que en México no hay racismo, por lo que después se tuvo que disculpar. O el caso del actor Mauricio Martínez, quien asegura que el racismo inverso existe y que él ha sido duramente discriminado por ser rubio, tener ojos verdes y vivir en Nueva York; “me han negado castings”, escribió en su Twitter contando su profunda desgracia.
Y así podríamos ir más atrás en los anales de las celebridades mexicanas, y descubriríamos que no sólo es racismo sino clasismo lo que abunda; peor aún, que no son los únicos que piensan así. Y que “la incomodidad de sentirse prieto o insultar a alguien por serlo, es más antiguo y común que una opinión en redes sociales”, así lo dice la Mtra. Luciana Salazar Plata, graduada en Literatura Comparada por la Sorbonne Nouvelle Paris, parte del Comité Ejecutivo de la Asociación Mexicana en Estudios del Caribe y experta en negritud y perspectivas críticas.
“México es un país profundamente racista, pero está tan disfrazado que es difícil señalar dónde está el problema. Y lo tenemos tan adentro que justo la normalización es uno de los principales enemigos a vencer. Por ejemplo, en febrero de este año, antes de la pandemia de covid-19, tuve contacto con gente que estaba levantando el censo del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, INEGI, donde por primera vez en la historia se incluyó la pregunta “ ¿Usted se considera afrodescendiente?”. La coordinadora de un grupo de encuestadores me dijo que las respuestas que habían levantado eran sorprendentes, pues iban de las escasas sonrisas de reconocimiento orgulloso a la incómoda circunstancia en que la gente corrió a los encuestadores de sus casas, enfurecida porque decía que había sido insultada con tal pregunta. Además, muchos respondieron con frases como: ‘ ¿qué, de qué me viste cara o qué?’ o ‘ ¡tan mal me veo para que me hagas esa pregunta!’. Y eso no puede ser más que un síntoma del profundo racismo que vivimos todos los días”, cuenta Salazar Plata.
El racismo en México es un problema invisibilizado. La negación de vernos como un país multirracial se ha traducido en siglos de violencia y discriminación. Y las personas indígenas y afromexicanas han llevado la peor parte.
El problema es profundo si pensamos que desde el México independiente hay una idea generalizada de la “raza mexicana” (“ raza de bronce” nos llamó José Vasconcelos), y que a la mayoría de los mexicanos sólo se le permite reconocerse como mestizos con la aspiración de ser homogéneos (y más blanquitos), como si nuestra etapa colonial no hubiera sido vivida, además de indígenas y españoles, por una buena cantidad de asiáticos, africanos y otros europeos.
Porque incluso en 2020, a muchos les sorprende saber que durante la Colonia, después de los mestizos, la segunda casta más importante fue la de los mulatos: una mezcla de españoles y africanos; o más fuerte aún, extraña enterarse que héroes de la patria como Vicente Guerrero y José María Morelos y Pavón fueron afrodescendientes.
Revisar nuestra historia es un buen comienzo para hacer visibles grandes deudas históricas en términos de derechos humanos. Derribar prejuicios es lo que toca, más si pensamos que al Estado mexicano le costó casi 400 años reconocer la existencia de su población afrodescendiente, pues no fue hasta 2015 que el INEGI incluyó a los afromexicanos en su censo, y que entonces 1 millón 400 mil mexicanos se reconocieron afros; 705 mil de ellas, mujeres; que la mayoría vive en Guerrero, Oaxaca y Veracruz, y que incluso los estudiosos de nuestras raíces negras llaman a la Costa Chica la pequeña África.
La escala de morenos.
En México, entre el blanco y el negro hay una vasta y compleja escala de morenos. Prietos, decía Carlos Monsiváis, quien además tenía muy claro que el pópulo mexicano no sólo se distingue por cómo habla o por el peso que trae en la bolsa, sino por cómo se ve, y que el más doloroso insulto a la casta tiene que ver con el color de piel. Porque sí, en México no ser "prieto(a)" da la posibilidad de tener un escalón de ventaja en la gran escalera de prejuicios nacionales.
Y es que aunque la discriminación no sólo se trata del color de piel, su narrativa se nutre de eso, además del dinero. Los datos así lo muestran: según un perfil hecho por el Conapred en 2017, uno de cada seis afrodescendientes en México es analfabeta (el triple de la tasa nacional); ocho de cada diez estaba afiliado al Seguro Popular y sólo el 15% gana más de tres salarios mínimos.
Y el caso de los morenos no cambia mucho. Los datos comprueban que el color de piel, por lo menos en los adultos, determina su bienestar y la posición social que pueden alcanzar. La relación es: a color más oscuro de piel, menos oportunidades de tener educación escolar, buen trabajo y más dinero. En 2017, había 15.5% de analfabetismo en personas con tono de piel oscura, mientras que sólo el 6.5% de personas con piel clara tenía rezago educativo.
El racismo en México existe. Como escribió Fabrizio Mejía Madrid:
“El racismo no sólo se trata de una discriminación personal por el color de piel mestiza(...) sino que constituye una narrativa respaldada por los que tienen poder para diseminar creencias sobre los morenos, que evita que tengan acceso a los mismos recursos y privilegios. Es decir, una cosa es que alguien te discrimine por cómo te ve a través de sus prejuicios, y otra muy distinta es que la forma en que está organizado el reparto del poder y los privilegios sea racista. Por eso no existe tal cosa como el ‘racismo al revés’ (...) Y México es un país racista porque los privilegios y el poder están, si no prohibidos, sí alejados de los ‘prietos’”.
Fuentes bibliográficas:
1. Instituto Nacional de Geografía y Estadística [INEGI], (2015). Encuesta Intercensal.
2. Conapred, CNDH e INEGI (2017) Perfil sociodemográfico de la población afrodescendiente en México. México: INEGI.
3. Leticia Bonifaz. (2019). Los negros, la tercera raíz mexicana. El Universal.
4. Lexia. (2018). Aquí no hay negros. Animal Político.