Las rupturas amorosas son uno de los momentos más complicados y dolorosos en la vida de las personas. Ya en 2016 Melissa Hill escribió en el New York Times un épico artículo donde cuenta cómo vivió y después sobrevivió a que su novio la dejara. Ahí, Melissa reveló para el mundo lo que pocos se habían atrevido a aceptar: el corazón roto duele, incluso físicamente, y aliviarlo requiere de tiempo, autoestima y medicina (Tylenol).
Tips para superar una separación de pareja
Escucharse y ser amable con uno mismo es un buen inicio para afrontar la crisis

La experiencia de una separación suele ser caótica sin importar si en ella hay hijos de por medio, animales, plantas o apenas algunas experiencias juntos. Hay heridas difíciles de enmendar y tratar de compararlas con otras experiencias no siempre da el mejor consuelo.
Es por eso que tras una ruptura hay pensamientos, acciones y rutinas que debemos procurar para avanzar fuera del sufrimiento y el autocastigo o simplemente las preguntas innecesarias que nos exigen mucho en un momento vulnerable.
Las crisis emocionales son consecuencias psicológicas propias de una separación, por lo que tener baja autoestima, tristeza, ansiedad y cuadros más graves de depresión con culpa e ira son completamente normales en el proceso de sanar.

Acéptalo. Suena obvio pero aceptar toda la gama de sentimientos complejos que se experimentan son un buen principio para estar mejor. A nadie le gusta pasar por momentos dolorosos pero aceptar que una relación no funcionó ni funciona y no va a funcionar es el primer tip práctico para gestionar bien una ruptura.
Ve a terapia. Sí, el consejo se ha vuelto banal e incluso violento pues no falta quien se crea superior a todo el mundo y mande a terapia a quien se le cruza enfrente. Pero ahora no se trata de ello, es una cuestión de autocuidado y tener a un profesional que te ayude con todos esos procesos que no puedes asimilar de golpe es necesario para avanzar. Los profesionales de la salud mental siempre son buenos aliados para aprender en la etapa que sea.
No te aisles. Quizá en los primeros días después de la ruptura no quieras ver a nadie. La tristeza es algo que no nos enseñaron a compartir, pero vale la pena darse un respiro y pensar que nadie está solo y siempre hay alguien dispuesto a escuchar y ser empático. Acercarse a la familia y los amigos es una buena manera de liberarse de un peso emocional que nadie debe cargar en soledad.
Enfócate en ti. De las separaciones también se aprende, y aunque en un principio la lección parezca inútil, conforme avances en tu duelo te darás cuenta que no hay mejor inversión que la que uno hace en sí mismo. Generalmente estas separaciones implican a largo plazo una oportunidad para hacer cosas para las que antes no hubo tiempo o urgencia.
No pienses de más. A veces, por la necesidad de hacerlo bien para los demás, olvidamos que lo más importante es hacerlo bien para nosotros mismos. Tratar de ordenar todo de modo en que las cosas parezcan estar bien no siempre es lo mejor. A veces vale la pena hacerse a un lado y sólo dejar que las cosas sucedan y que los demás tomen sus propias decisiones sin comprometer las nuestras y viceversa: hacernos cargo de nuestras decisiones sin culpar a las y los demás por lo que hacemos o dejamos de hacer.
No te obsesiones. En la medida en que comprendas que las personas no tienen que ser como quieres que sean y que la voluntad ajena está fuera de tu control, podrás liberarte de la urgencia de sentir frustración. Claro que hay vacíos que quedan y hay prisa por llenarlos, pero las personas no son intercambiables y hay una relación que atender antes que la de pareja, y esa es la relación con nosotros mismos.
Tiempo al tiempo. Nada es para siempre pero si lo haces bien contigo, la recompensa de la estabilidad llegará y todo lo placentero de la vida volverá con nuevas rutinas y personas o incluso con la misma, pues quizá solo necesitaban tiempo y espacio. Sé paciente y amable; escúchate más y antes que a todo el mundo. Más importante aún: atiende todo lo que te dices a ti y cuestiónalo también si es que hay dudas. Nadie es perfecto, pero rara vez se es un monstruo, menos si la comprobación de ello es que ya has experimentado el amor.